En este país en materia de carreteras todavía estamos muy atrasados. Iba a ver a mi novia a Querétaro y salí en Infinitum (hecho la mocha) desde las 7 de la mañana este sábado. Pero, ¿qué creen?...a la salida un tráiler se había dado un encontronazo con el muro de contención a la altura de Jardines del Recuerdo (los que viven en el DFectuoso saben a qué me refiero). Pues nada...que el congestionamiento en pleno sábado tapó todo Vallejo y la gente que viene de Izcalli y otros poblados al norte también sufrieron las consecuencias...como son las únicas vías de acceso para la gente que viene de esos lugares ya sabrán...caos, deseperación y todo lo demás...no hay otras vías de acceso a la capirucha...ya por lo menos deberían hacer más túneles de acceso hasta el mentado Centro Histérico...
Pero esa es bronca del gobierno del DF...en cuestión federal las carreteras del país todavía están en pañales...al ver la autopista México-Querétaro uno se pregunta porque todo México no tiene carreteras así...haríamos menos horas entre diversos puntos y saldríamos más seguido...
Y Querétaro, que en teoría está cerca de aquí, sigue estando muy lejos de la Ciudad de México...tres horas de ida y tres de regreso...esperemos que haya pronto trenes suburbanos estilo España y Europa, ¿se imaginan ir al Cervantino y regresar el mismo día?...este infierno no estaría tan contaminado...
Por lo demás regresé contento después de ver a mi amor...
sábado, mayo 28, 2005
viernes, mayo 27, 2005
El árbitro, el América y José Ramón Fernández
Sólo encendí la televisión por inercia. La verdad ni el América ni los "Secos" despiertan en mi persona simpatía alguna. Desde el último partido de los Pumas, el campeonato no tiene la más mínima relevancia. Sin embargo, me gusta el buen fútbol, después de ver la repetición del Milán-Liverpool por la Champions League de calidad aceptable, no se le puede pedir más a nuestra mediocre liga. Tan es así que la afición muestra más interés por la liguilla casera que por la Libertadores (lo que habla de que a mediocre torneo, corresponde mediocre afición).
Así que prendí la televisión mientras me conectaba a Internet para leer algo interesante en Wikipedia (en.wikipedia.org) que, dicho sea de paso, es una idea sensacional para todos aquellos que estamos interesados en conocer algo más de este cáotico universo. El primer tiempo, según escuché, fue de bostezo. Para el segundo ambos equipos más o menos se dedicaron a agredirse unos a otros. Cayó el gol del equipo de la nefasta familia Leaño y, minutos después, José Ramón Fernández gritaba a los cuatro vientos que le habían marcado un penal inexistente a los emplumados amarillos. Al ver la repetición me queda clara una cosa: fue penalty, nos guste o no. Davino, el de la UAG, se mete en el paso del colmilludo Mendoza quien al sentir el más mínimo contacto se avienta un clavado que el mismísimo Fernando Platas envidiaría. ¿Se acuerdan del año pasado cuando Pumas congeló a medio Guadalajara y de repente, cual Mandrake, Glower se inventa una pena máxima obligando a una final cerrada? Ahora no fue el caso. El "Chiquidrácula" Marco Antonio Rodríguez fue justo como justo fue el empate. El sistema mezquino, miedoso y timorato de ambos equipos han hecho esta final tan predecible como las telenovelas del Canal de las Estrellas. Ahora estarán todos los villamelones americanistas gritando a los cuatro vientos que son los mejores del mundo y van a querer igualar la hazaña Puma de ir al Bernabeu a ganarle a los Beckham y su metrosexualidad, a los Ronaldo, Zidane, Owen y compañía (que no la mayoría pues el sub-editor de deportes de Diario Monitor, mi querido Fernando Martínez, "gallina" de toda la vida, tiene una conversación sobre fútbol bastante amena).
Como apuntaba Eduardo Galeano, voy por la vida "mendigando un poquito de buen fútbol". Así que a todos los lectores del uruguayo, a los admiradores de Jorge Valdano o mínimo a los que han escuchado a César Luis Menotti los invito a conversar "inteligentemente" acerca del fútbol. Seguidores del Perro Bermúdez, Raúl Orvañanos, André Marín, Martinolli y Faitelson abstenerse.
José Ramón.
José Ramón Fernández ha ido en picada. Quiere seguirse sosteniendo con su odio al América. Obviamente el tipo no dijo ni pío cuando su patrón Salinas Pliego también le entró al negocio de tener dos equipos: Veracruz y Morelia. Ahora toda su ira la voltea contra Televisa, el América, los Pumas, Hugo Sánchez y todo lo que no esté en su esfera de influencia. Quiénes no nos perdíamos DeporTV, En Caliente y Los Protagonistas ahora te desaprobamos. Deberías aprenderle a Javier Alarcón, sin mucho ruido ha hecho demasiado.
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Así que prendí la televisión mientras me conectaba a Internet para leer algo interesante en Wikipedia (en.wikipedia.org) que, dicho sea de paso, es una idea sensacional para todos aquellos que estamos interesados en conocer algo más de este cáotico universo. El primer tiempo, según escuché, fue de bostezo. Para el segundo ambos equipos más o menos se dedicaron a agredirse unos a otros. Cayó el gol del equipo de la nefasta familia Leaño y, minutos después, José Ramón Fernández gritaba a los cuatro vientos que le habían marcado un penal inexistente a los emplumados amarillos. Al ver la repetición me queda clara una cosa: fue penalty, nos guste o no. Davino, el de la UAG, se mete en el paso del colmilludo Mendoza quien al sentir el más mínimo contacto se avienta un clavado que el mismísimo Fernando Platas envidiaría. ¿Se acuerdan del año pasado cuando Pumas congeló a medio Guadalajara y de repente, cual Mandrake, Glower se inventa una pena máxima obligando a una final cerrada? Ahora no fue el caso. El "Chiquidrácula" Marco Antonio Rodríguez fue justo como justo fue el empate. El sistema mezquino, miedoso y timorato de ambos equipos han hecho esta final tan predecible como las telenovelas del Canal de las Estrellas. Ahora estarán todos los villamelones americanistas gritando a los cuatro vientos que son los mejores del mundo y van a querer igualar la hazaña Puma de ir al Bernabeu a ganarle a los Beckham y su metrosexualidad, a los Ronaldo, Zidane, Owen y compañía (que no la mayoría pues el sub-editor de deportes de Diario Monitor, mi querido Fernando Martínez, "gallina" de toda la vida, tiene una conversación sobre fútbol bastante amena).
Como apuntaba Eduardo Galeano, voy por la vida "mendigando un poquito de buen fútbol". Así que a todos los lectores del uruguayo, a los admiradores de Jorge Valdano o mínimo a los que han escuchado a César Luis Menotti los invito a conversar "inteligentemente" acerca del fútbol. Seguidores del Perro Bermúdez, Raúl Orvañanos, André Marín, Martinolli y Faitelson abstenerse.
José Ramón.
José Ramón Fernández ha ido en picada. Quiere seguirse sosteniendo con su odio al América. Obviamente el tipo no dijo ni pío cuando su patrón Salinas Pliego también le entró al negocio de tener dos equipos: Veracruz y Morelia. Ahora toda su ira la voltea contra Televisa, el América, los Pumas, Hugo Sánchez y todo lo que no esté en su esfera de influencia. Quiénes no nos perdíamos DeporTV, En Caliente y Los Protagonistas ahora te desaprobamos. Deberías aprenderle a Javier Alarcón, sin mucho ruido ha hecho demasiado.
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jueves, mayo 26, 2005
Episodio 3 y Jolette
Como está de moda hablar del Episodio 3 de la Guerra de las Galaxias me gustaría vertir mi opinión. Muchos hombres y mujeres de mi generación gozamos con las tres primeras secuelas: Una nueva esperanza, El Imperio Contraataca y El regreso del Jedi. Obviamente quedamos fascinados (todos nosotros) y me atrevo a pensar que aquel que no vio esas películas no vivió los ochenta. La trama de éstas lo tenía todo: avances tecnológicos, una historia bien estructurada, villanos, seres espaciales, historias de caballeros, etcétera. Cuál sería mi sopresa que entrando en el año 2000 muchos jóvenes se mofaban de esa trilogía al considerar sus efectos especiales como arcaicos, pasados de moda. Obviamente si comparamos esas películas con un Matrix, Harry Potter, Spiderman y otras, los efectos especiales de aquéllas no se comparan con los actuales.
Sin embargo, cuando he visto Matrix o Spiderman salgo viendo estrellitas de tantos movimientos en la pantalla, movimiento sin parar, de un lado a otro, efectos y más efectos. Cierto, hay historia en el caso de la primera y en la segunda se retoma un clásico de los cómics. Pero la Guerra de las Galaxias había algo más. El enfretamiento entre el bien y el mal, la lucha constante entre nosotros mismos por ser mejores personas, por vencer al Darth Vader que todos llevamos dentro. Esta sociedad, más que en ninguna otra etapa de la historia se caracteriza por formar individuos hedonistas, egoístas e indiferentes al dolor ajeno. La lucha de cada generación con la anterior por hacer valer lo que cree y lo que piensa.
La entrega final de Episodio 3 sin duda es la mejor de las últimas cintas de George Lucas. A las otras dos les faltó "punch" como se dice en el argot pugilístico. Ésta cinta retoma la esencia de las tres primeras películas: la lucha por el poder, la democracia imperfecta, la envidia como elemento inherente de todos los seres humanos y la eterna lucha entre el bien y el mal. Un aplauso al señor Lucas por permitirnos seguir soñando, mención aparte de que ha engordado más su voluminosa cartera.
Jolette.
No soy afecto a ver televisión ni mucho menos los llamados Reality Shows. Me parece patético estar viendo diálogos huecos, envidias, intrigas y chismes. Para ver eso me basta con el ambiente de una oficina o me voy a cualquier centro comercial parado junto a un grupo de adolescentes o viejas pikies tomando café. Quizás lo único que veo es el fútbol y uno que otro programa cultural del 22 o del 40, ya que me cortaron el Sky por "exceso de pago".
El otro domingo mi "jechu" (Jefecita Chula - mamá-, El Polivoz dixit) veía con singular desenfado el programa La Academia, una pasarela de mocosos que quieren ser cantantes de la noche a la mañana regañados por unos dizque jueces que son reconocibles por ser "glorias pasadas" de la farándula y por "saber mucho de cuestiones musicales". Obviamente no voy a cuestionar a la autora de mis días por estar pegada a la TV ni por estar aplaudiendo la "basura mental tóxica" que los Salinas Pliego otorgan a su teleauditorio todos los días (ilusos aquellos que pensamos en el 94 que con la llegada de una nueva televisora tendríamos más opciones), ni es mi problema que haya gente a la que le encante este tipo de programas, si a alguien le disgusta que apague el televisor, así de sencillo.
En eso hubo una chavita que me llamó la atención, su nombre: Jolette. Al estar escuchandóla cantar, su voz interrumpió mi lectura: "¿Quién está estrangulando al gato?", le dije a mi querida madre temiendo que a mi pobre Tonchi algún chamaco ladino le estuviera jugando alguna mala pasada. "Es Jolette", me dijo mi ´ama. Me quedé viendo el televisor y ahí estaba una chica delgada, de unos 20 años, muy guapa, con unos ojos verdes divinos (al fin y al cabo soy hombre)...de acuerdo a los comentarios de mi madre es la más polémica de ese programa: caprichosa, indolente, floja, soberbia, mamila, poco seso y un largo etcétera. Sin embargo ella se lleva a sus competidoras de calle, ¿por qué una chava con recursos tan limitados goza de la simpatía de muchos? Todo un misterio. Yo si la incluiría dentro de mis "sueños eróticos" y sé que quien lea esto me acusará de "cochino, puerco" y otros adjetivos infames.
La chava tiene "algo", no lo sé, no me lo pregunten. Sus ojos son divinos, es bella. Y representa la esencia del mundo del espectáculo, entendiendo por esencia aquello que caracteriza una entidad.
Si Paulina Rubio (Pau para los cuates) con su esquéletico cuerpo y su voz desafinada, Thalía, Alejandra Guzmán, "Bricni Spirs", Christina Aguilera, París Hilton y demás estrellitas la han hecho, ¿por qué esta chamaca no habria de hacerlo? De todas formas en la pantalla no cuentan ni la inteligencia, ni las aptitudes, ni nada de eso. Sólo cuenta esa tirana llamada "imagen", ¿no creen?
Sin embargo, cuando he visto Matrix o Spiderman salgo viendo estrellitas de tantos movimientos en la pantalla, movimiento sin parar, de un lado a otro, efectos y más efectos. Cierto, hay historia en el caso de la primera y en la segunda se retoma un clásico de los cómics. Pero la Guerra de las Galaxias había algo más. El enfretamiento entre el bien y el mal, la lucha constante entre nosotros mismos por ser mejores personas, por vencer al Darth Vader que todos llevamos dentro. Esta sociedad, más que en ninguna otra etapa de la historia se caracteriza por formar individuos hedonistas, egoístas e indiferentes al dolor ajeno. La lucha de cada generación con la anterior por hacer valer lo que cree y lo que piensa.
La entrega final de Episodio 3 sin duda es la mejor de las últimas cintas de George Lucas. A las otras dos les faltó "punch" como se dice en el argot pugilístico. Ésta cinta retoma la esencia de las tres primeras películas: la lucha por el poder, la democracia imperfecta, la envidia como elemento inherente de todos los seres humanos y la eterna lucha entre el bien y el mal. Un aplauso al señor Lucas por permitirnos seguir soñando, mención aparte de que ha engordado más su voluminosa cartera.
Jolette.
No soy afecto a ver televisión ni mucho menos los llamados Reality Shows. Me parece patético estar viendo diálogos huecos, envidias, intrigas y chismes. Para ver eso me basta con el ambiente de una oficina o me voy a cualquier centro comercial parado junto a un grupo de adolescentes o viejas pikies tomando café. Quizás lo único que veo es el fútbol y uno que otro programa cultural del 22 o del 40, ya que me cortaron el Sky por "exceso de pago".
El otro domingo mi "jechu" (Jefecita Chula - mamá-, El Polivoz dixit) veía con singular desenfado el programa La Academia, una pasarela de mocosos que quieren ser cantantes de la noche a la mañana regañados por unos dizque jueces que son reconocibles por ser "glorias pasadas" de la farándula y por "saber mucho de cuestiones musicales". Obviamente no voy a cuestionar a la autora de mis días por estar pegada a la TV ni por estar aplaudiendo la "basura mental tóxica" que los Salinas Pliego otorgan a su teleauditorio todos los días (ilusos aquellos que pensamos en el 94 que con la llegada de una nueva televisora tendríamos más opciones), ni es mi problema que haya gente a la que le encante este tipo de programas, si a alguien le disgusta que apague el televisor, así de sencillo.
En eso hubo una chavita que me llamó la atención, su nombre: Jolette. Al estar escuchandóla cantar, su voz interrumpió mi lectura: "¿Quién está estrangulando al gato?", le dije a mi querida madre temiendo que a mi pobre Tonchi algún chamaco ladino le estuviera jugando alguna mala pasada. "Es Jolette", me dijo mi ´ama. Me quedé viendo el televisor y ahí estaba una chica delgada, de unos 20 años, muy guapa, con unos ojos verdes divinos (al fin y al cabo soy hombre)...de acuerdo a los comentarios de mi madre es la más polémica de ese programa: caprichosa, indolente, floja, soberbia, mamila, poco seso y un largo etcétera. Sin embargo ella se lleva a sus competidoras de calle, ¿por qué una chava con recursos tan limitados goza de la simpatía de muchos? Todo un misterio. Yo si la incluiría dentro de mis "sueños eróticos" y sé que quien lea esto me acusará de "cochino, puerco" y otros adjetivos infames.
La chava tiene "algo", no lo sé, no me lo pregunten. Sus ojos son divinos, es bella. Y representa la esencia del mundo del espectáculo, entendiendo por esencia aquello que caracteriza una entidad.
Si Paulina Rubio (Pau para los cuates) con su esquéletico cuerpo y su voz desafinada, Thalía, Alejandra Guzmán, "Bricni Spirs", Christina Aguilera, París Hilton y demás estrellitas la han hecho, ¿por qué esta chamaca no habria de hacerlo? De todas formas en la pantalla no cuentan ni la inteligencia, ni las aptitudes, ni nada de eso. Sólo cuenta esa tirana llamada "imagen", ¿no creen?
lunes, mayo 23, 2005
La libertad
La libertad
No cabe duda que en el mundo en que nos tocó vivir estamos más encadenados a las cuestiones que están afuera de nosotros que el hombre de la antigüedad. Por lo menos Espartaco peleaba por quitarse los grilletes de encima, porque el corazón de muchos de esos esclavos estaba puesto en regresar a sus hogares, de la tierra de donde habían sido arrancados por las garras del Imperio Romano, pero esos hombres eran libres porque soñaban. El hombre actual ha perdido la capacidad de soñar. Sueña, pero sus sueños son de un terror capitalista, mezquino y pragmático al que lo ha llevado la sociedad actual. Ya no sueña con regresar a casa, porque su casa está plantada en un solo lugar, a pocos minutos (u horas) del lugar de trabajo, y ahora vive encadenado a sus pasiones, a sus vicios (porque vicio es comprar sin límites, vicio es la capacidad de tener dinero, una tarjeta de crédito, aglutinar viajes, etcétera), a la ropa o al perfume de moda.
Ha perdido la capacidad que tenían todavía hasta mediados del siglo pasado, los encerrados en los campos de concentración de la Alemania Nazi o los gulags soviéticos. Aquellos prisioneros que veían la llegada de la primavera bajo el símbolo de una pequeña mariposa, ¿cuántos de ellos envidiarían a la mariposa volar bajo los auspicios de la libertad? Hoy la libertad está basada en los bienes económicos, nos mantenemos esclavizados a un trabajo por el miedo a quedarnos sin un centavo en la bolsa y por la falta de valentía de empezar de nuevo, una y otra vez. Bien decía el androide de la película Blade Runner estelarizada por Harrison Ford, “aquel que tiene miedo no ha dejado en el fondo de ser una esclavo”.
Es posible que el miedo a lo desconocido nos siga manteniendo como esclavos de nuestras propias pasiones, del miedo que tenemos a la libertad en palabras de Erich Fromm. Cuando nos deshagamos de esos miedos, es el día que empezaremos a ser humanos y no máquinas autómatas al servicio de los más poderosos.
No cabe duda que en el mundo en que nos tocó vivir estamos más encadenados a las cuestiones que están afuera de nosotros que el hombre de la antigüedad. Por lo menos Espartaco peleaba por quitarse los grilletes de encima, porque el corazón de muchos de esos esclavos estaba puesto en regresar a sus hogares, de la tierra de donde habían sido arrancados por las garras del Imperio Romano, pero esos hombres eran libres porque soñaban. El hombre actual ha perdido la capacidad de soñar. Sueña, pero sus sueños son de un terror capitalista, mezquino y pragmático al que lo ha llevado la sociedad actual. Ya no sueña con regresar a casa, porque su casa está plantada en un solo lugar, a pocos minutos (u horas) del lugar de trabajo, y ahora vive encadenado a sus pasiones, a sus vicios (porque vicio es comprar sin límites, vicio es la capacidad de tener dinero, una tarjeta de crédito, aglutinar viajes, etcétera), a la ropa o al perfume de moda.
Ha perdido la capacidad que tenían todavía hasta mediados del siglo pasado, los encerrados en los campos de concentración de la Alemania Nazi o los gulags soviéticos. Aquellos prisioneros que veían la llegada de la primavera bajo el símbolo de una pequeña mariposa, ¿cuántos de ellos envidiarían a la mariposa volar bajo los auspicios de la libertad? Hoy la libertad está basada en los bienes económicos, nos mantenemos esclavizados a un trabajo por el miedo a quedarnos sin un centavo en la bolsa y por la falta de valentía de empezar de nuevo, una y otra vez. Bien decía el androide de la película Blade Runner estelarizada por Harrison Ford, “aquel que tiene miedo no ha dejado en el fondo de ser una esclavo”.
Es posible que el miedo a lo desconocido nos siga manteniendo como esclavos de nuestras propias pasiones, del miedo que tenemos a la libertad en palabras de Erich Fromm. Cuando nos deshagamos de esos miedos, es el día que empezaremos a ser humanos y no máquinas autómatas al servicio de los más poderosos.
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