viernes, septiembre 22, 2006

Apuntes de un viajero cap. 3

La feria llegó a la ciudad

Es inevitable. La feria llega a la ciudad y media ciudad se va para allá. De hecho las ferias tienen tres objetivos: que los niños vayan a los juegos mecánicos, que vayas a tragar como marrano y que vayas a embriagarte como cosaco. Éstos últimos dos puntos sobresalen. Vayamos por partes: la exposición ganadera, carnaval o la feria del estado ocurre una vez por año, y a veces hasta dos. En realidad son los mayores desplumaderos que puedan existir, salvo porque a veces hay cosas que quizás son invaluables (i.e. las artesanías) pero fuera de eso y bajo el pretexto de ir a ver una exhibición de vacas o un desfile de bailarinas exóticas y arlequines, la feria se convierte en un bacanal de bebida y comida. Eso en sí no es dañino. Para nada. Lo que si es repulsivo a la vista es el ridículo del panzón que va con su gorda (la cual se pone sus mejores garras y se va más pintada que un payaso de circo) y termina tambaleándose, vomitando en cualquier esquina. No es más irrisorio que irte con tus cuates y terminar todos borrachos, abrazados uno con otro para evitar caerse y pregonando a los cuatro vientos que son “los mejores compas del mundo”. En una feria una cerveza te la venden a precios elevados, no mamen, como si la hicieran en Alemania...!!! Hasta un méndigo Gansito te sale en tres pesos más que lo que cuestan en cualquier tienda. Pero es la feria, feria que a final de cuentas ni siquiera beneficia a los comerciantes que se ponen ahí, muchos de los cuales llevan una vida similar a los gitanos, no. Los beneficiados son los organizadores que muchas veces están entrelazados con el presidente municipal y que obtienen cuantiosas ganancias por las ventas de lugares, ventas que son rara vez reportadas ante la Santa Inquicisión, perdón, la Secretaría de Hacienda y que forman carteras gordas de políticos baratos.
En la feria encuentras “gatos de cinco patas”, jueguitos de canicas para estafar a los pendejos y más y más estafas. La mayor: el palenque. Bajo gritos de que vienen los artistas de moda, el palenque de la feria es un negociazo. ¿A quién puta madre le interesa que dos gallos se maten? No mamen. Ese es un pretexto para tomar y quedar bien con la chancluda para que esta vea al Alejandro Fernández y el resto de la semana cumpla en la cama. Y ni que decir del bingo, un verdadero robo en despoblado. La verdad es que la feria tiene su interés en que la mayor parte del año no sucede nada interesante y su sola presencia modifica en parte la monotonía de la vida de los lugareños. Total, si el resto del años chupamos en la clandestinidad, fuera de los ojos de los vecinos chismosos, aquí todo mundo le entra al alcohol. Lo malo viene cuando el “pelao” se nos queda viendo mal, y nosotros “bragaos” lo retamos, y déjate venir loco y mocos, y salen los madrazos y ¡chin!, ¡pun!, ¡cuaz! (como en la serie setentera de aquel Batman panzón protagonizada por el inocuo y pueril
Adam West). Y pues a la fuerza el acero, y no falta el rufián que saca la fusca y se arma la balacera...total, que viene la policía con todo y sus rifles de alto poder a poner todo en orden. La feria, esa ramera que se aparece una o dos veces por año y que es un bálsamo a la vacuidad de lo cotidiano.